Me había quedado atascado, paralizado, no sabía por dónde me daba el aire, hasta la inercia que siempre tiraba de mí, se había empantanado en un lodo espeso de pereza. El aburrimiento se había instaurado en mi vida.
Empecé a entretenerme escuchando vídeos musicales de viejas glorias. En el listado de Youtube vi una versión de Romance in Durango, de Dylan, me quedé enganchado a esa versión atraído por una mujer que tocaba la guitarra acompañando la voz del cantante.
He visualizado y escuchado este vídeo un montón de veces, me he obsesionado con su interpretación. Me encantan sus movimientos poco elaborados, el acercamiento que hace al micrófono y cómo se pone de puntillas cuando finaliza algunas estrofas.
Creo que fue eso lo que me encandiló realmente, los movimientos que ejecutaba la cantante cuando se acercaba al micrófono interpretando el estribillo. Aunque la magia no solo estaba en ella, también en una letra que no entendía pero que me emocionaba.
Busqué la letra traducida al castellano, una historia trágica de amor con pistolas y caballos, con desiertos y muertos. Tal vez por eso la canción tiró de mí, aunque no entendiera nada capté la desesperación y la sangre, la fatalidad de un amor truncado por la muerte.
A pesar de entender que fue la canción lo que realmente me hechizó, sigo fascinado viendo y escuchando la interpretación de esta mujer. Me la imagino fuera del escenario, delante de una cerveza, y me pregunto qué vería en ella.
¿Quién no se ha enamorado de la cantante o el cantante de la orquesta en la verbena de un pueblo? Todos quedamos embelesados cuando escuchamos a alguien delante de un micrófono interpretando una canción. Los escenarios ensalzan a los elegidos que ascienden a él, la música los transforma en seres mágicos y seductores.
Quise indagar un poco más. La grabación del vídeo se realizó en 2011, en el Dylan Fest de Warwick Valley. No encontré nada más, el Facebook de la banda dejó de publicar en 2016, es probable que se disolvieran, pero ella siguió actuando en pequeños festivales y grabando canciones en Youtube.
Tuvo que pasar un año hasta ver de nuevo un vídeo de la cantante interpretando canciones compuestas por ella misma. Un mes más tarde, no se sabe cómo, una maqueta con sus canciones llegó a una emisora de radio local. El presentador, productor y dueño de la pequeña emisora se empeñó en promocionar las canciones de esa desconocida.
Al año siguiente un nuevo disco irrumpió con fuerza en una de las listas de éxitos más importante, el Billboard Hot 100, llegando hasta el puesto número cinco. Nuestra cantante se quedó petrificada, cuatro de sus nuevas canciones eran suyas, no había sido consciente de la importancia del contrato firmado por una distribuidora unos meses antes.
A pesar de la notoriedad alcanzada, no cambió su vida. Siguió editando sus CDs e interpretando a sus autores preferidos, la última grabación que vi de ella fue una interpretación de Country Roads de John Denver, la realizó para sus alumnos desde casa, en plena pandemia.
Ella siguió con sus clases y componiendo canciones, de vez en cuando, en uno de los locales de la ciudad, se reunen antiguos componentes de la banda para tocar y tomar una cerveza.
Me sorprendió la deriva poco común de una compositora de éxito. Una parte de la historia me la contó la propia protagonista, pude localizar su dirección de correo electrónico y transmitirle mi admiración. Me contaba que el éxito le alcanzó a una edad lo suficientemente madura y serena, no tenía más de 40 años, para no ser arrollada por una industria que había destrozado a demasiados artistas.
Es probable que en vez leer libros de autoayuda ahora me dedique a picotear en las canciones que cuentan historias o en las biografías de artistas ubicados en la segunda o tercera fila del escaparate creativo. Siento admiración por ellos, están ahí, los conocemos y nos alimentamos de su sensibilidad y sus creaciones, sin ellos el mundo sería más basto y menos inteligente, sin ellos seríamos más infelices.
Con el permiso de Chavi. Una canción preciosa que no me canso de escuchar.