Con la mirada perdida
El teléfono sonó impertinente, era el abogado, no quise cogerlo, no me apetecía hablar de ese asunto. Llevábamos demasiado tiempo discutiendo sobre lo mismo sin ponernos de acuerdo, prefería dejar que la discordia reposara, pensaba que con un estado de ánimo renovado podríamos cambiar la perspectiva para que fuera aceptable para los dos.